viernes, 25 de abril de 2014

Montes Torozos (Valladolid), abril 2014

Montes Torozos, Urueña (Valladolid), abril 2014


Los Montes Torozos es una comarca de la provincia de Valladolid (noroeste), entre Tierra de Campos al norte y las riberas del Pisuerga y del Duero al sur. Según como se mire, es un conjunto de planicies, no muy elevadas y valles (páramos elevados sobre valles circundantes); o una llanura interrumpida por algunas colinas de escasa altitud y ciertas elevaciones (oteros). Sobre las grandes planicies se extienden inmensas plantaciones de cereal, sobre las que se intercalan pequeñas y densas manchas de monte (encinas y quejigos) y matorral, que se pueden prolongar en las cuestas, terminando en estrechas franjas de ribera.

Su paisaje natural está definido por su naturaleza cambiante según la época del año y por los pequeños pueblos de la Castilla rural. Su "postal" típica está formada por los cielos y parajes en los que la vista se pierde, pero también existen rincones en los que se pueden encontrar vestigios del pasado (castillos, fortalezas, fuentes, ermitas, etc.), es una zona con un patrimonio histórico impresionante.

Se trata de un territorio fronterizo y de disputas durante siglos entre los reinos de León y Castilla, pasando algunas localidades a pertenecer, alternativamente, a uno u a otro según las victorias en las batallas.

La ruta tiene dos partes bien diferenciadas, el primer tercio por monte, recorriendo del Monte de la Espina, y el resto por la Paramera y Campos, más rodadora pero en continuo sube y baja. Está ruta la realicé en en solitario aprovechando el día festivo, el colorido de la primavera fue el criterio para elegir el momento de realizarla. Elegí como punto de partida la localidad de Urueña.


Urueña es un pequeño pueblo (Villa del Libro) situado en el borde noroccidental de los Montes Torozos, destaca por su patrimonio histórico, arquitectura, edificios, muralla (está rodeado por una muralla de forma ovoidea), etc. Su ubicación constituye un mirador natural de excepcionales vistas. 

Llegué a Urueña a la "hora del café", aunque cualquier hora es buena para ello. Dejé el coche al lado del Castillo, en el extremo suroriental del pueblo, aparqué al lado de la carretera. 

Una vez preparado el equipo (cogí bastante agua porque, aunque no hacía mucha calor, la ruta iba a ser larga y no conocía la disponibilidad de agua en el recorrido) bordeé el pueblo hasta salir por su parte norte, la visita al pueblo la dejaría para el regreso. Comencé bajando por una pista hasta cruzar la carretera que une Urueña con Villanueva y tomar durante unos 500 m el camino de Villagarcía, para abandonarlo (paralelo al Arroyo Raposeras) en dirección al Monte de La Espina, en suave pero continua ascensión.



En el primer tramo, durante unos metros, me costó encontrar la senda, la finca de la falda del monte había sido roturada, pero luego, al toparme con los primeros árboles, estaba perfectamente marcada. Tomé la senda, senda muy entretenida marcada entre vegetación bastante abierta, con predominio de pino. La senda me permitió bordear el Teso de la Cruz, y una vez circunvalado las faldas de La Mesilla me dirigí por camino hacia el corazón del monte. Ya había llegado a la planicie. 





Ya en el Monte de La Espina pedaleé por caminos entre encinas, a tramos más estrechos (debido a la vegetación) que los hacía muy entretenidos, e incluso unos cientos de metros los realicé por carretera. Durante muchas partes del recorrido por el interior del Monte pedaleé por caminos que bordean un coto de caza, las vallas y alambradas fueron mis compañeras durante unos kilómetros.


Hacia el kilómetro 15 del recorrido abandoné el monte (la planicie)  para bajar al extremo oeste del pueblo de La Santa Espina (sin llegar al casco urbano, primero por una senda que, posteriormente, enlazaba con un camino. La Santa Espina es un pequeño pueblo creado en la post-guerra (Instituto de Colonización) para contribuir al desarrollo agrario.

Una vez en el valle del río Bajoz, unos metros por carretera para llegar a un puente que me permitió pasar a la margen izquierda de dicho río. Avanzando por un camino que bordea La Caldera (Camino del Cementerio), ahora la vegetación era de ribera y cultivos, llegué a La Granja. Se trata de una amplia casona que fue el centro de una explotación agrícola de los monjes, a su lado se encuentra una amplia extensión de terreno rodeado por muros de piedra.



Proseguí por un camino, en suave y cómoda ascensión, delimitado por hileras de álamos que luego serían sustituidos por acacias (al final del valle), que va ascendiendo por el valle de Sobravíos.




Antes de llegar a la paramera dejé a la izquierda la Fuente de la Marquesa (todavía no necesitaba agua), y una vez arriba la Casa de Piedra (edificación construida para proteger a los trabajadores y guardar la maquinaria agrícola) para girar a la derecha en dirección al camino de La Espina. Este camino, flanqueado por monte a un lado y campos cerealistas al otro me llevaría casi directamente al Monasterio, no sin antes cruzar de nuevo una carretera y bajar unos metros por una atractiva senda. 

¡Y por fin el Monasterio de La Santa Espina!



Desde la carretera, pero sobre todo desde la senda de bajada pude contemplar unas hermosas vistas del mismo, enmarcado por viejos árboles. 

El entorno de La Santa Espina se puede considerar un lugar privilegiado, donde se entremezcla la belleza de su paisaje (páramo, humedal-bosque de ribera y una gran monte de encinas y robles) y el riquísimo legado histórico. El Monasterio de La Santa Espina (comenzó a construirse en el siglo XII) es la joya de los Montes Torozos, se trata de un conjunto monumental de enorme belleza rodeado de vegetación y/o jardines. Su nombre tiene que ver con la custodia de una espina de la corona de Jesús. Hoy es la sede de la Escuela de Capacitación Agrícola.

Nuevamente había bajado al valle del río Bajoz.

Penetré en el interior las dependencias exteriores del monasterio, había bastante gentío muchos serían alumnos de la Escuela, y después de realizar alguna foto continué mi camino. Continué pedaleando por las dependencias exteriores del Monasterio, dejando atrás jardines, invernaderos y huertas, para tomar la senda del Pantano, que va por el valle del río Bajoz paralela a su curso. Después de atravesar la cerca del Monasterio, crucé la carretera y abandoné la mencionada senda para introducirme de nuevo en el Monte de La Santa Espina.



Ahora tocaba subir otra vez, entre encinas y robles. Arriba tomé el camino de Carreterías que me sacaría del monte (una vez se cruzara con la Cañada de Aguachales). ¡Mucha piedra en algunos tramos de estos caminos! Me llamó la atención lo bien conservado y la limpieza de vegetación de esta zona, se notaba que hacía poco habían estado realizando operaciones de limpieza y aclareo. 



Ya fuera del monte continué por el mismo camino hasta Castromonte (debe su nombre al asentamiento sobre un castro romano), no sin antes volver a cruzar el río Bajoz.

Al salir de Castromonte el paisaje cambió bruscamente, ante mis ojos se presentaban caminos largos y rectos, de arcilla, y amplias extensiones de cereal. 



Salí por la Cañada de Tordehumos y después de un par de kilómetros decidí cambiar y tomar el Camino de Santiago (Sureste o Madrid). El Camino atravesaba sólo una mancha boscosa de encinas, donde, oculto entre ellas, se encontraba el caserío de Tenadillo. No tan ocultos descansaban los buenos ejemplares de porcino.  


  
Otros 4 km, más o menos por él, hasta toparme con la Cañada Real Leonesa (recorrí un par de cientos de metros por ella), había que hacer menos monótona "esa horizontalidad" del terreno. Finalmente bajé al valle de río Hornija por la Cuesta de Valdeger.  

No lo tenía previsto, pero decidí subir al pueblo de Peñaflor de Hornija, que se encuentra asentado en un cerro, la subida por la senda que hay al lado de las escaleras norte que permiten acceder al pueblo. ¡Qué últimos metros! 20 m de bici al hombro, imposibles.



Ya arriba, recorrí el núcleo urbano y parte del mirador que rodea el pueblo, parándome ligeramente para apreciar el paisaje del valle del Hornija.



Bajé, a través del valle del Arroyo del Valdematilla, al camino de Torrelobatón que acompaña al río Hornija, pedaleando por dicho camino unos 1,5 km, hasta el cruce con el barranco de Valdecorros. Allí giré a la derecha, adelanté un rebaño de ovejas (con perros extremadamente pacíficos), cruce el río, cruce la carretera y tomé el camino de Mota del Marqués, ¡otra vez hacia arriba! Y ahora con viento en contra, ¡vaya paliza! Este camino y luego el de Carremajada me llevaron a San Pelayo.



Y nuevamente a bajar ahora hasta Torrecilla de la Torre. Paso rápido por el pueblo, prácticamente solo me detuve a realizar la foto al lado de la iglesia de El Salvador.



Salí de Torrecilla en dirección oeste, entre campos de cultivo, nuevamente el camino comenzaba a levantarse. A lo lejos divisaba el pueblo de Barruelo del Valle, y a medio camino una ermita en una colina, la Ermita en honor a la Virgen de Vallaudar, su patrona.



Bordeé en suave ascensión la colina en la que estaba situada la ermita para alcanzar la rasa a la altura del Camino de los Bueyes. Continué por dicho camino, bajando al valle del Arroyo de Villarejo, hasta alcanzar el Páramo de las Viñas, el paisaje continuaba siendo típico de Paramera. ¡Y el viento en contra!, no cesaba, parecía virar su dirección para enfrentarse "cara a cara". La temperatura comenzaba a descender, y los nubarrones se asomaban. Para completar, la amenaza de tormenta y lluvia se veía cada vez más cerca. Abandoné el valle, a la derecha, por el Camino de Carreadalia, sólo fueron unos 500 m de concordia con el viento, los justos para remontar el pequeño valle. El giro a la izquierda en dirección a la Mota, traté de continuar durante unos pocos kilómetros en zig-zag para reducir la exposición al viento, pero me adivinó las intenciones. Al llegar a la Vereda de las Carreteras de Palencia decidí bajar de forma directa a la Mota. Al ser en descenso y un primer tramo al abrigo, el viento me penalizó menos. El primer tramo de bajada estaba bastante colonizado por vegetación herbácea, pero luego el camino se abría a una pista ancha. Ya divisaba la Torre de Homenaje sobre el montículo.

Continué descendiendo por la pista, cruzándome con algún coche que se dirigía a alguna de las fincas agrícolas, la gran cantidad de polvo de la pista vería frenada su expansión si por fin caían unas gotas de agua.



Entré en Mota del Marqués por su parte nordeste, bordeando la colina del Castillo, del castillo medieval hoy sólo se conserva la Torre del Homenaje. Intenté subir, desde el casco urbano, hasta dicha colina pero al existir una valla que impedía el paso desistí, no llegué ni a alcanzar las ruinas de la iglesia del Salvador. Pero si pasé, antes de abandonar el núcleo urbano, por delante de la iglesia gótico renacentista de San Martín (siglo XVI). Su estado de conservación, distaba un poco de ser el óptimo.



Salí en dirección a Tiedra. Nuevamente caminos abiertos que se iban "levantando", viento en contra y paisaje de páramo. Pero poco antes de llegar a Tiedra algunos carteles me avisaban de la "Ruta de las Fuentes", el paisaje cambiaba un poco: fuentes, frescor y humedad en la árida meseta castellana. Primero pasé por el acceso, había una señal que lo indicaba, a la Fuente de Antagüeros, de origen romano, y más adelante, dejé a la izquierda a la Fuente de Coberteras (origina el Arroyo de Coberteras) antes de alcanzar el pueblo de Tiedra. Pueblo que está situado en el extremo más occidental de Montes Torozos y cuenta con un riquísimo patrimonio histórico.


Ya que estaba en territorio de fuentes, y las reservas habían comenzado a escasear,  lo primero fue el aprovisionamiento de líquido para posteriormente realizar un recorrido por el pueblo. Aunque sobresale el Castillo, fortaleza defensiva, cuenta con gran cantidad de edificios históricos, mejor o peor conservados.





Salí de Tiedra en dirección norte hasta llegar al Arroyo de la Fuentecilla, el cielo totalmente encapotado, la lluvia se presentía cada vez más cerca. Una ligera bajada al pequeño valle y la posterior subida me llevaron a atravesar otra mancha de monte (encina, sobre todo), con despiste incluido. Continué hasta toparme con la A-6 donde giré bruscamente a la izquierda para tomar el camino de Valderranos. Ya abajo, y antes de llegar a Villadefrades, giré nuevamente a la derecha para tomar el camino que me llevaría de regreso a Urueña, después de pasar al lado de una explotación agrícola y cruzar (por encima, puente) la autovía. 
La pista ancha de retorno a Urueña, antes de llegar, se transformó, a la altura de Las Viñas y Los Garbanzales, en un camino estrecho cubierto con una alfombra vegetal tupida que dificultaba el avance, esta finalmente que enlazaba con el camino de subida al pueblo. La lluvia me estaba "respetando".



¡El último repecho! Tocó realizarlo, en su primera parte detrás de un rebaño, camino del aprisco, hasta que lo conseguí pasar. ¡Y el coche!



Recorrido turístico por el pueblo para finalizar y regreso a casa. De camino descargó la tormenta que tanto tiempo había estado "al acecho", por suerte, en esta ocasión, me libré.





Ruta sencilla pero larga, con una primera parte más entretenida y el resto más rodadora, con muchas pequeñas subidas y bajadas.















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